Me he casado conmigo misma.
Con aquellos chicos que no me quisieron para ellos pero
tampoco para ti.
Contigo, que no me quisieron para ti, pero tampoco para
ellos.
Me he casado con aquellos que no tuvieron el valor de
decirme lo que sentían y con los que sí lo tuvieron.
Me he casado con mis amigas “para siempre”.
Aquellas que a día de hoy no saben ni cómo llevo el pelo.
Si vivo en otro sitio o si tengo el mismo novio que hace unos años.
Me he casado sola.
Me he casado acompañada.
Me he casado con aquellos familiares que me han dicho que no
podría.
Con aquellos, a los que les he demostrado que sí pude. Que
sí puedo.
Me he casado con aquellas chicas, compañeras o amigas de la calle, del trabajo o del colegio que me han dicho que era muy guapa sin pensarlo de verdad.
Con aquellas, que me prometían no contar ninguno de aquellos secretos que yo les confesé.
Me he casado con aquellos jefes, todos y cada uno de ellos,
que han sabido valorar mi trabajo.
Con aquellos, que no han sabido ver mi habilidad en aquél local de madrugada.
Me he casado con aquellos chicos que prometían bajarme la
luna, sin saber que ya me la habían prometido otros antes.
Con aquellos, que no sabían que ya me la había bajado yo
solita hacía mucho tiempo.
Y me he casado también, con aquellos chicos que me
inspiraron para escribir cualquier reflexión como esta.
Con ese, que me ha inspirado para escribir esto hoy.
Me he casado con aquellos que me prometían amor eterno cuando
su única promesa era metérmela dentro (qué ilusos, pensaba yo), sin saber que tenían al lado a una princesa recién salida de muchos
otros cuentos.
Me he casado con aquellos compañeros de aula que nunca
ponían de su parte para los trabajos grupales. Con aquellos, que no te
agradecían que lo hicieras todo y su nota dependiese sólo de ti.
Me he casado con las parejas de esos chicos con los que pude
haber tonteado mientras mantenían su relación.
Con aquellos, que no tuvieron cojones a arriesgarse por mí. Con o sin pareja.
Me he casado con aquellos otros que me han dicho que habían dado
tanto por mí (permitidme que os diga que las cosas no se dicen, se demuestran).
Y por supuesto, me he casado con aquel que ha dado tanto por mi . Y juro que lo ha hecho de verdad.
Me he casado también, cómo no, con aquellos otros seres del
género masculino que me han criticado por decirles lo sincera que soy, lo buena
que soy y la fantástica mujer que tienen delante. Porque sí, me considero una
mujer fantástica.
Me he casado y me he divorciado, de ti. De vosotros. Muchas veces y de muchas personas.
De todas aquellas personas en las que alguna vez he confiado
y me han fallado.
De todas aquellas otras que han confiado en mí y a las cuales yo he fallado.
Me he divorciado de todas aquellas personas, que no han aceptado un “no” por
respuesta.
De todas aquellas que no se han dado cuenta, o no han querido darse, de que el
hecho de dejar las cosas claras, no es sinónimo de ser una chica antipática,
borde, frígida o retraída.
Me he casado y me he divorciado tantas veces, como veces me
he querido en esta vida (entended esto como un “siempre”).
Porque quererse, no es introducir un anillo en el dedo de la otra persona y prometerle amor eterno.
Quererse es principalmente hacerlo a uno mismo, y por eso yo
jamás dejaré de hacerlo conmigo (sin anillo, pero con otros caprichos, todo sea
dicho).
Por eso me caso conmigo, cada día, cada semana, cada noche.
Porque me quiero más que a nadie. Porque me valoro tanto
como debería valorar a la persona con la que algún día pueda llegar a casarme.
Porque sé, que la única que me va a querer todos los días y va a estar ahí para salvarme el culo en cada cagada (valga la redundancia), voy a ser yo misma.
Y no, no os equivoquéis. No os estoy pidiendo ni diciendo que no confiéis en las personas.
Ojalá no se pierda esa costumbre. Nunca.
Ojalá no se pierda esa costumbre. Nunca.
Sólo os estoy pidiendo que confiéis bien, que seáis selectivos, que no os conforméis.
Que hagáis que confíen en vosotros de verdad, sin intereses. Sin mediocridad.
Nota para el lector: Para quien no entienda el doble
sentido, cuando hablo de casarme, hablo de confiar y cuando menciono el divorcio, hago referencia a la pérdida de esa confianza. Y es que he confiado tanto en equis personas, como una persona debe
confiar en la otra, cuando deciden contraer matrimonio: a ciegas, pero siempre con
cautela.
Escrito por Cintia del Campo Gómez