domingo, 1 de junio de 2014

Es el corazón el que se enamora

Pongamos que una chica, tal y como siempre, no termina por decidirse entre un grupo de chicos, desconocidos entre ellos, que la halagan, cada uno a su manera, día sí y día también.
Pongamos que de cada uno de ellos le llama la atención algo pero que todos le sacan sonrisas con palabras bonitas.
Pongamos que con algunos se ha besado una o repetidas veces, con otros ha llegado a practicar sexo y con los restantes tan sólo ha cruzado un par de palabras.
Pongamos que ella es insegura, frenética, humilde, rebelde, soñadora, intensa.

Pongamos que esta chica existe. E imaginemos que esto es cierto. ¿Con quién debería quedarse?
"Con el que le haga reír", dicen en una película. Y también lo digo yo. Pero lo jodido es cuando el mismo que la ha hecho reír también la ha hecho llorar. Y no de risa precisamente. Qué irónico.
"Con el que demuestre las cosas con actos y no con pura palabrería", dirían los coherentes. Pero ¿de qué valen los actos si tu corazón no comparte devolverlos? O al menos no a él.

Pongamos que busca el amor incluso dándose cuenta de que llega solo. Sin aviso. Sin permiso. Y con poca precaución. Pero llega y lo notas. Lo sabes.
Y terminan dando igual los actos, las palabras y los sueños para averiguarlo. Da igual todo lo que te rodee porque ya no dudas. Lo tienes.

Pongamos que hablo de mi. O de ti. O de la vecina del tercero; esa tan joven y guapa que vive sola desde hace un par de años y a la que nunca has visto subir un chico a su casa. O de esa chica que ya no te cae bien porque en primaria te robó a tu amor de la infancia. O pongamos que hablo de ellos. De la raza masculina. Porque, aunque no lo parezca, algunas veces también sienten. Y también buscan amor; intentan ir de duritos pero nos consideran necesarias. Lo sienten, aunque no lo expresen como nosotras.

Y ahora, ya no imaginemos nada. Ahora pensemos:
Nos pasamos los días buscando sonrisas, buenos momentos, los pequeños detalles... y sí, todo eso está genial, más que eso incluso. A mi, personalmente, me encanta. Pero cuando muchas personas te regalan lo mismo, ¿cuál escoges?¿El que tenga récord en piropos por día?¿El que más veces te haya dicho que se ha acordado de ti durante el fin de semana?
No, señores, nosotros lamentablemente no nos enamoramos. Sólo nos fijamos en alguien y nos encaprichamos. Muchas veces en la vida.
Pero el que realmente se enamora es nuestro corazón. Y ese no elige, ni pregunta. Lanza la flecha y ¡zas!, loca perdida. Y da igual quien tu tengas en la cabeza, da igual si te gusta la forma de ser de otro, que a lo mejor te has enamorado del peor chico del barrio. O del mejor. Y tendremos muchísima suerte si nuestro corazón ha hecho un pacto justo con el que deseábamos.
Es ahí, entonces, cuando lo sabrás. Y ya no te preguntarás nada más porque lo tendrás absolutamente claro.


Pongamos que hablo de mi. O de ti.
Pongamos que hablo de amor.

Escrito por Cintia del Campo Gómez