martes, 23 de mayo de 2017

Cásate todos los días. Contigo mismx.

Me he casado conmigo misma.

Con aquellos chicos que no me quisieron para ellos pero tampoco para ti.
Contigo, que no me quisieron para ti, pero tampoco para ellos.

Me he casado con aquellos que no tuvieron el valor de decirme lo que sentían y con los que sí lo tuvieron.

Me he casado con mis amigas “para siempre”.
Aquellas que a día de hoy no saben ni cómo llevo el pelo. 
Si vivo en otro sitio o si tengo el mismo novio que hace unos años.

Me he casado sola.
Me he casado acompañada.

Me he casado con aquellos familiares que me han dicho que no podría.
Con aquellos, a los que les he demostrado que sí pude. Que sí puedo.

Me he casado con aquellas chicas, compañeras o amigas de la calle, del trabajo o del colegio que me han dicho que era muy guapa sin pensarlo de verdad.
Con aquellas, que me prometían no contar ninguno de aquellos secretos que yo les confesé.

Me he casado con aquellos jefes, todos y cada uno de ellos, que han sabido valorar mi trabajo. 
Con aquellos, que no han sabido ver mi habilidad en aquél local de madrugada.

Me he casado con aquellos chicos que prometían bajarme la luna, sin saber que ya me la habían prometido otros antes.
Con aquellos, que no sabían que ya me la había bajado yo solita hacía mucho tiempo.

Y me he casado también, con aquellos chicos que me inspiraron para escribir cualquier reflexión como esta.
Con ese, que me ha inspirado para escribir esto hoy.

Me he casado con aquellos que me prometían amor eterno cuando su única promesa era metérmela dentro (qué ilusos, pensaba yo), sin saber que tenían al lado a una princesa recién salida de muchos otros cuentos.

Me he casado con aquellos compañeros de aula que nunca ponían de su parte para los trabajos grupales. Con aquellos, que no te agradecían que lo hicieras todo y su nota dependiese sólo de ti.

Me he casado con las parejas de esos chicos con los que pude haber tonteado mientras mantenían su relación. 
Con aquellos, que no tuvieron cojones a arriesgarse por mí. Con o sin pareja.

Me he casado con aquellos otros que me han dicho que habían dado tanto por mí (permitidme que os diga que las cosas no se dicen, se demuestran).
Y por supuesto, me he casado con aquel que ha dado tanto por mi . Y juro que lo ha hecho de verdad.

Me he casado también, cómo no, con aquellos otros seres del género masculino que me han criticado por decirles lo sincera que soy, lo buena que soy y la fantástica mujer que tienen delante. Porque sí, me considero una mujer fantástica.

Me he casado y me he divorciado, de ti. De vosotros. Muchas veces y de muchas personas.
De todas aquellas personas en las que alguna vez he confiado y me han fallado. 
De todas aquellas otras que han confiado en mí y a las cuales yo he fallado.

Me he divorciado de todas aquellas personas, que no han aceptado un “no” por respuesta.
De todas aquellas que no se han dado cuenta, o no han querido darse, de que el hecho de dejar las cosas claras, no es sinónimo de ser una chica antipática, borde, frígida o retraída.

Me he casado y me he divorciado tantas veces, como veces me he querido en esta vida (entended esto como un “siempre”).

Porque quererse, no es introducir un anillo en el dedo de la otra persona y prometerle amor eterno.
Quererse es principalmente hacerlo a uno mismo, y por eso yo jamás dejaré de hacerlo conmigo (sin anillo, pero con otros caprichos, todo sea dicho).

Por eso me caso conmigo, cada día, cada semana, cada noche.
Porque me quiero más que a nadie. Porque me valoro tanto como debería valorar a la persona con la que algún día pueda llegar a casarme.

Porque sé, que la única que me va a querer todos los días y va a estar ahí para salvarme el culo en cada cagada (valga la redundancia), voy a ser yo misma.

Y no, no os equivoquéis. No os estoy pidiendo ni diciendo que no confiéis en las personas.
Ojalá no se pierda esa costumbre. Nunca.

Sólo os estoy pidiendo que confiéis bien, que seáis selectivos, que no os conforméis. 
Que hagáis que confíen en vosotros de verdad, sin intereses. Sin mediocridad.


Nota para el lector: Para quien no entienda el doble sentido, cuando hablo de casarme, hablo de confiar y cuando menciono el divorcio, hago referencia a la pérdida de esa confianza. Y es que he confiado tanto en equis personas, como una persona debe confiar en la otra, cuando deciden contraer matrimonio: a ciegas, pero siempre con cautela.


Escrito por Cintia del Campo Gómez

miércoles, 17 de junio de 2015

Ojalá todos los hombres con los que alguna vez he compartido cama, besos o risa, se hayan fijado en las cositas pequeñas en las que en tan poco tiempo te has fijado tú. 
Ojalá se hubiesen fijado en lo bonito que escribo o en lo bien que podría escribir sobre ti.
Ojalá todos y cada uno de ellos me hubiesen ofrecido una noche de fiesta asegurándome volver a casa cuando ya fuese de día para prepararme un zumo de naranja natural y traerme así el desayuno a la cama, al sofá o a la mesa del salón.
Y es que daría igual el lugar, te bastaría con hacerlo bonito.
Y lo harías.                         
                                                             
Créeme cuando digo, cuando te digo, que eres bueno. El más bueno de todos. Y es que no me importaría poner las manos en el fuego a doscientos cincuenta grados para comprobarlo. Porque sé que no me quemaría, sé que ni siquiera notaría el calor.

Es por tu sonrisa, por todas y cada una de las veces que me has sonreído y me has hecho sentir mejor.
Por las veces que nos hemos mirado.
Por tu mirada tan llena de bondad - he visto cómo miras a ese perro tan bonito en tus fotografías (va a ser verdad eso que dicen de que se parecen a sus dueños); y ojalá todo el mundo mirase con tanto amor a los animales -. Es por la tranquilidad que transmites con tus abrazos, por la fragilidad con la que me tocas cada vez que simulas un masaje en mi espalda (todos ellos pendientes) y por lo mucho que te esfuerzas en recordarme que he sido de las mejores personas que has conocido en este nuevo año, por lo que me convenzco cada vez más de lo mucho que tienes por dar y de lo mucho que has dado pero quizás no te hayan devuelto como deberían haberlo hecho.

Que no se te olvide que has sido un gran descubrimiento para mi en todas tus facetas.
Al menos, en las que he conocido.
                                                               
Y lo que no se me debería olvidar a mi decirte, es que tienes un corazón enorme.
Volvería a poner la mano en el fuego.
Incluso la impregnaría de gasolina aún corriendo el riesgo de saltar por los aires.
Sé que no me quemaría.
Cuídalo, porque no me gustaría que nadie lo hiciese pedacitos.
No lo mereces, así que no debería sucederte nunca.
Seamos ilusos.
(Y digo lo de ser ilusos porque desgraciadamente a todos nos rompen el corazoncito alguna vez; aunque no lo merezcamos).

Por lo tanto, recuerda: si me pides algo, si necesitas algo, yo lo haré. Estaré.
Y no hará falta que me debas una ni dos. Nada.

Sólo recuerda que las buenas personas se extinguen y tu no deberías extinguirte nunca.
Recuerda que por un tiempo pequeño,
quisimos más.           
Recuerda que en este tiempo,
nos hemos conocido.
Y yo no sé que planes tendrá el destino para mi, pero de momento te escribo.

Para terminar, podría describirte la ternura que me provocas, lo a gusto que me siento contigo o decirte que esto no es una declaración de amor, pero...

Me has pedido que me inspirase contigo.
Y yo he decidido escribir sobre ti.




Escrito por Cintia del Campo Gómez.

sábado, 11 de octubre de 2014

Echar de menos a alguien no es tan malo como los locos relatan

Te escribo porque a veces, cuando me acuerdo de ti, de repente te echo de menos.


Echo de menos la forma en que me miras y la forma en que te miro cuando no me estás mirando. Echo de menos cómo tus manos acarician cada rincón de mi cuerpo cada vez que dormimos juntos.
 Echo de menos hacer el amor contigo.
Y echo de menos cada vez que lo hacemos de esa forma tan salvaje que a veces,
 me vuelve loca. 
De esa forma que te vuelve loco, si lo haces conmigo.


Echo de menos que admires mis ojos, que admires mi cuerpo.
 Que me preguntes si estoy bien.
 Echo de menos que me comas a besos en tu cama, en el sofá de tu salón o en cualquier habitáculo de tu casa; esa que nos ha visto hacer tanto en tan poco tiempo.


Echo de menos quererte, aunque no lo haya hecho todavía. Y que me quieras.
 No veas cuánto echo de menos que me quieras aunque tú tampoco lo hayas hecho todavía.


Echo de menos amanecer a tu lado, despertarme siempre antes que tú y observarte acompañada de los primeros rayos de luz.
 Echo de menos que me exijas que me duerma pronto para despertarte tú primero y observarme a mí.
 Echo de menos verme desnuda en tu cama y que no me de vergüenza, deseando que abras los ojos para admirarme un poco más.
Eso es lo que más echo de menos: la forma en la que has conseguido que el sexo contigo sea fácil, placentero y divertido.
 Echo de menos que consigas que sea yo y que no me importe si estoy o no desnuda.
 Porque has de saber, que nunca antes he sido tan libre.
Y echo de menos esa libertad.


 Echo de menos cómo haces círculos con tus dedos en mis manos cuando estamos tumbados en algún sitio.
Echo de menos nuestros planes: los ya efectuados y los que aún están pendientes.
Echo de menos los días sin planear, los días con desayuno incluido y los días con animales de compañía.


 Echo de menos que me observes y que yo me ponga nerviosa.
 Y también echo de menos i
r detrás de ti paseando por los pasillos de esa casa:
 la única testigo de todo el amor sin amor, que nos hemos dado.

Echo de menos la forma en que vemos la vida y la forma en que valoramos el amor.
 Ese amor que desearíamos habernos dado algún día.
Ese amor que espero que algún día nos demos.


Echo de menos escribirte bonito y que me cantes, aunque nunca lo hayas hecho.
 Porque soy de las que piensa que se puede tener nostalgia de algo que todavía no ha pasado.
Y echo de menos tu forma de demostrarme que todavía
 quedan personas en el mundo que creen en el amor.
 

Echo de menos esa cara que pones cuando dices que te gusto.
 Tus labios se tuercen y la mueca que lanzas es lo más bonito que he visto en mucho tiempo. Créeme si te digo que echo mucho de menos tus sonrisas; porque dan vida.
Echo de menos callarte a besos y que te haga tanta gracia.
 Echo de menos que sonrías cada vez que lo hago.

Echo de menos que vengas a buscarme a la estación del tren
 en el que he elegido subirme después de la primera vez que te besé.
 Después de la primera vez que te sentí.

Echo de menos echarte de menos. 
Nos echo de menos.
Y te echo de menos a ti.











Escrito por Cintia del Campo Gómez

domingo, 1 de junio de 2014

Es el corazón el que se enamora

Pongamos que una chica, tal y como siempre, no termina por decidirse entre un grupo de chicos, desconocidos entre ellos, que la halagan, cada uno a su manera, día sí y día también.
Pongamos que de cada uno de ellos le llama la atención algo pero que todos le sacan sonrisas con palabras bonitas.
Pongamos que con algunos se ha besado una o repetidas veces, con otros ha llegado a practicar sexo y con los restantes tan sólo ha cruzado un par de palabras.
Pongamos que ella es insegura, frenética, humilde, rebelde, soñadora, intensa.

Pongamos que esta chica existe. E imaginemos que esto es cierto. ¿Con quién debería quedarse?
"Con el que le haga reír", dicen en una película. Y también lo digo yo. Pero lo jodido es cuando el mismo que la ha hecho reír también la ha hecho llorar. Y no de risa precisamente. Qué irónico.
"Con el que demuestre las cosas con actos y no con pura palabrería", dirían los coherentes. Pero ¿de qué valen los actos si tu corazón no comparte devolverlos? O al menos no a él.

Pongamos que busca el amor incluso dándose cuenta de que llega solo. Sin aviso. Sin permiso. Y con poca precaución. Pero llega y lo notas. Lo sabes.
Y terminan dando igual los actos, las palabras y los sueños para averiguarlo. Da igual todo lo que te rodee porque ya no dudas. Lo tienes.

Pongamos que hablo de mi. O de ti. O de la vecina del tercero; esa tan joven y guapa que vive sola desde hace un par de años y a la que nunca has visto subir un chico a su casa. O de esa chica que ya no te cae bien porque en primaria te robó a tu amor de la infancia. O pongamos que hablo de ellos. De la raza masculina. Porque, aunque no lo parezca, algunas veces también sienten. Y también buscan amor; intentan ir de duritos pero nos consideran necesarias. Lo sienten, aunque no lo expresen como nosotras.

Y ahora, ya no imaginemos nada. Ahora pensemos:
Nos pasamos los días buscando sonrisas, buenos momentos, los pequeños detalles... y sí, todo eso está genial, más que eso incluso. A mi, personalmente, me encanta. Pero cuando muchas personas te regalan lo mismo, ¿cuál escoges?¿El que tenga récord en piropos por día?¿El que más veces te haya dicho que se ha acordado de ti durante el fin de semana?
No, señores, nosotros lamentablemente no nos enamoramos. Sólo nos fijamos en alguien y nos encaprichamos. Muchas veces en la vida.
Pero el que realmente se enamora es nuestro corazón. Y ese no elige, ni pregunta. Lanza la flecha y ¡zas!, loca perdida. Y da igual quien tu tengas en la cabeza, da igual si te gusta la forma de ser de otro, que a lo mejor te has enamorado del peor chico del barrio. O del mejor. Y tendremos muchísima suerte si nuestro corazón ha hecho un pacto justo con el que deseábamos.
Es ahí, entonces, cuando lo sabrás. Y ya no te preguntarás nada más porque lo tendrás absolutamente claro.


Pongamos que hablo de mi. O de ti.
Pongamos que hablo de amor.

Escrito por Cintia del Campo Gómez

jueves, 22 de mayo de 2014

Insomnios

Los insomnios no sólo se producen por amor.
Y no siempre son tristes, los hay bonitos también.
Hay insomnios bonitos. 
Insomnios que son personas.
Personas que valen la alegría, no la pena. 
Alegrías muy grandes simplificadas en buenos gestos. 
Gestos que encantan.
 Y palabras.
 Palabras que enganchan.

Aunque digamos que los actos son mejores,
¿a quién no le tiemblan las rodillas y 
se le acelera el corazón cuando alguien especial le dice algo bonito?
¿A quién no se le enrojecen las mejillas y
 se le dibuja una sonrisa en la cara que intenta ocultar para que el susodicho no se de cuenta?
Pero sí se da cuenta, ¡claro que se la da!
Y eso le gusta.
Y en el fondo, a ti también.

Intentamos ocultar esa sonrisa para que no se de cuenta de que estamos cayendo en su red.
Encantadas.
Para que no se de cuenta de que confiamos en que existe el amor.
A su lado. 
Para que no se de cuenta de que comparamos
 un insomnio con un ‘te quiero’ a dos voces en una habitación.
 Su habitación.



Y es que rodearse de personas bonitas que convierten un insomnio que por supuesto les pertenece, en algo bonito, no es nada malo. Todo lo contrario. Es algo espectacular.




                        “Qué buen insomnio si me desvelo sobre tu cuerpo”, decía Benedetti.
                                                                                        Y qué razón tenía el gran poeta.

martes, 13 de mayo de 2014

Las pequeñeces de la vida en calidad de amor

De repente un día llega y alguien te cambia los planes. Te dice que no hay forma más bonita de inspirarse que mirando a tus ojos. Te cuenta que nunca antes había conocido a una persona que consiguiera alejarle de la rutina como lo haces tú. Y que hacía mucho tiempo que no sentía algo por alguien; que has llegado tu y le has devuelto las ganas de querer, las ganas de amar, la ilusión por una persona que desde el primer momento valga la pena.

Te sientes afortunada, porque pocas veces encuentras a personas que valoren tanto las pequeñeces de la vida como fue la forma esa tan extraña en la que él dice que le miraste el primer día que os visteis en persona; o como ese adjetivo que tanto te califica en tu vida diaria y que para otros, aunque les sorprenda, pase desapercibido.
O cómo eres, simplemente.

Le gustas tú. Y le gusta tu personalidad.

Porque dice que eres auténtica y que te gustan las mismas cosas que a él. Porque dice que tienes tantas virtudes como defectos y que aunque no cree que existan las personas perfectas, nosotros las hacemos así considerando esos defectos grandes virtudes, por lo que a ti te considera una de esas. Y también le gusta que valores a las personas, que no te fijes en el exterior y captes como a el le gusta captar también, el interior. Le gusta que te dejes querer. Y que seas especial como él dice que eres; que le abraces. Y que le calles a besos para no escucharle o para desviar un tema del que habla y no te gusta.

Le gustas tú. Y le gusta tu cuerpo.

Le gusta lo pequeña que eres de estatura pero lo grande que eres por dentro; lo enorme que es tu corazón. Y eso que todavía no te has enamorado de él; creería que eres de otro mundo.
Le gusta el tamaño diminuto que tienen tus pies y que uses sus camisetas viejas a modo de pijama cada vez que dormís juntos. Dice que te quedan genial y que te hacen todavía más sexy de lo que ya eres. Y se vuelve loco cuando te acuestas a su lado, pero no se molesta en quitarte la ropa, le basta tu roce para sentirse a gusto. Ya se las arreglará el para hacer de cualquier noche una noche de pasión; porque dice también, que no resiste tenerte cerca, que su cuerpo muere de ganas por atraparte entre sus piernas, que sus manos tiemblan por tocarte, que cada segundo le apeteces y que una vez cogida ya ni siquiera intenta soltarte.

Le encantas, dice. Le resultas perfecta en cuerpo y en alma.



Con todo esto, pretende decirte sin palabras que eres tú la mujer que quiere que esté en el lado derecho de su cama cuando sea su trigésimo primer cumpleaños.


martes, 21 de enero de 2014

La búsqueda.


Nos pasamos la vida buscando una persona, esa media naranja de la que todo el mundo nos ha hablado a lo largo de nuestra existencia.

Y parece que obligatoriamente a esa otra mitad le hacen falta ciertas facetas y características.
Normalmente las personas más sinceras de entre todos los mentirosos, alardean diciendo que buscan a alguien "con buen físico pero que sea inteligente, ya que lo importante está en el interior". Y los más mentirosos de todos no hace falta ni que digan lo que buscan para darnos cuenta más pronto que tarde de que no buscan amor.

Yo me he dado cuenta de que nunca vamos a encontrar a la persona que buscamos al milímetro, por mucho que la gran mayoría cuando está a gusto con alguien diga que al fin ha encontrado lo que tanto tiempo llevaba buscando. Y es que de lo contrario habríamos dado con la persona perfecta; y esas sólo salen en las películas. Así que deberíamos darnos cuenta de una vez de que la vida, nos guste o no, es lo más real que existe. Y que las personas somos más interesantes con defectos para que nos los descubran poquito a poco y nos intenten arreglar, arreglando al final nuestro corazón. Aunque sea por un tiempo.

Jamás he oído a una persona decir que busca alguien que le haga reír, alguien con quien contemplar un paisaje en silencio, alguien con quien acostarte cada noche en la cama sin que tenga el pensamiento de echarte un polvo y dormir, por mucho que te quiera. Preferiría mil veces que me quisieran menos pero que me quisieran para más. 
Alguien que aunque tarde mucho en decirle que le quiero lo valore y no se queje, porque eso significaría que lo siento de verdad. Y viceversa.

Nunca he oído a nadie decir que busca una persona con esas "características".

Alguien que aprenda a quererme sin prisa. Y que no tenga miedo a enamorarse a sabiendas de estar haciéndolo de la chica más loca y cuerda a la vez que existe en este mundo. Que no tenga miedo aunque yo lo tenga. Que me lo quite a mi.
Alguien que no me diga que cada canción de amor me la dedica, sino que me componga una y me la cante aunque maúllen hasta los gatos de la calle de en frente de lo mal que lo hace. Y que no le importe y a mi me encante.

Lamentablemente el mundo en que vivimos es muy grande y hay gente muy hipócrita en todos los aspectos. Aún así yo sigo con la esperanza de que hay muchas personas con corazón escondidas por ahí. Porque sería una pena que no quedasen personas así en toda la Tierra para demostrarle al resto lo importante que es vivir.
Porque ¿para qué vivir si no es para amar? A quien sea.

Y hablo de amor.

jueves, 26 de diciembre de 2013

La música, como el amor, también engancha. Y juntos enganchan el doble.



¿Y lo bonito que es que te agarren suavemente por la cintura,
te miren fijamente a los ojos y te canten, nota a nota, una canción de amor?

Sin dejar de mirarte a los ojos ni un solo segundo.
Sin soltarte.
Acercándose cada vez más a tu boca sin separar sus ojos de los tuyos.
Como si no hubiese nadie más alrededor.
Sólo vosotros.
Como si fuera la última canción que te cantase.
Como si realmente quisiera luchar por ti sin darse cuenta de lo que está causando.
Como queriendo confesarte algo.


Que te quiere, por ejemplo.


lunes, 23 de diciembre de 2013

Esta noche te he soñado.

Esta noche he soñado que tenía ganas de darte un abrazo.
Que entraba por la puerta de tu casa y te daba un abrazo enorme, muy fuerte, con todas mis ganas.
Y no quería soltarte.

Esta noche he soñado que volvía a por ti.
Que me entraban unas ganas locas de ver una película contigo, en tu cama, abrazados.
Y entraba por la puerta de tu casa y era parecido a como siempre.
No era igual.

Esta noche he soñado que yo me dirigía ilusionada a lo que sería una cita más.
En tu casa, en tu cama, con una película para nosotros e infinitas caricias.
No sé si habría besos.
Eso no lo he soñado.

Esta noche he soñado que me acurrucaría a tu lado, como tantas veces.
Que me arroparías en la cama de tu dormitorio y me harías feliz por un rato.
En esa cama, la que alguna vez fue nuestra y nos hizo nuestros.

Esta noche lo he soñado.
He soñado que quería que pasara, no que pasaba.
He soñado algo que me apetecía en sueños.

Esta noche te he soñado.
Y parecía bonito.

martes, 18 de junio de 2013

Inspiración nocturna de una soñadora no enamorada

Y en verdad, no tengo ganas de abandonarte, porque estaría dejando de decirle al mundo lo mucho que te quiero.

Y desde pequeña me han enseñado que decir mentiras no está bien.
 No es sano, y tampoco es bueno.
Por lo tanto, no voy a abandonarte.

Lo que quiero decir es que no voy a dejar que me abandones, nunca, porque estaría abandonándote yo a ti también.
Y no quiero dejarte solo.

No quiero que te falte aquella que añade todos los acentos a las palabras que no escribes. Y a las que escribes, también.

 La que te arropa cada noche sin tocarte.

Y eso es bonito: que te quieran, sin saber si te quieren queriendo o sin querer.
Que te quieran simplemente, y que te cuiden.

Sin preguntas, sin por qués.

Que no te abandonen, para quererte más.
Que te quieran, para no abandonarte.

sábado, 20 de abril de 2013

Relatos cortos de algún día perdido en alguna vida quizás ajena, o quizás no.

 Me dijo 'te quiero' mientras se introducía lentamente dentro de mi. Esa noche me hizo suya. Una noche más.
Me quedé helada a pesar de que la temperatura subía en cantidades brutas segundo a segundo. Tantas veces me dijeron esas dos palabras y nunca antes había reaccionado de aquella forma. 
Me quedé callada, no supe qué decir. Mi cabeza era en ese momento como uno de esos bombos de la lotería de Navidad que no dejan de dar vueltas para conseguir sacar la bola exacta que de el mayor premio. Y seguí, sin soltar palabra, a lo mío. Seguí a él. A lo nuestro. Al menos por unas horas.
  
 Era una locura empezar una relación, ser novios durante quince días. "Como una de esas historias de amor que salen en las películas", le dije yo. 
Iba a ser difícil, yo incluso dudaba y sabía a la vez que él no sería capaz de hacerlo. A mi me daba miedo, lo reconozco, pero se iba a marchar, no le iba a volver a ver quizás en años, quizás nunca. 
Pero, ¿qué locura era esa? Ni siquiera nos daría tiempo a enamorarnos, para cuando nos diéramos cuenta ya estaríamos despidiéndonos con un beso eterno y diciéndonos lo mucho que nos íbamos a echar de menos. 
Y quedó en el olvido el romance. Como muchas otras cosas entre nosotros, que también quedaron en el olvido.

 No es mal chico, no anda con mala gente y tampoco es un vago empedernido. Le conozco, aunque en realidad poco. 
Conocer a una persona hoy en día es cualquier cosa, pero conocer a una persona, para mi, es tener constancia de su canción, número, color o aroma favoritos. Saber qué quiere en cada momento y en cada lugar. Saber cómo va a reaccionar frente a una situación u otra. 
Y yo le conocía, pero no tanto. Ni él a mi. 
Ni nadie a nadie hoy en día.

 Le gustan las canciones pastelosas y como yo, es fanático de una serie de televisión que ya no emiten. 
Es buen amigo y tiene buenos principios y es buena persona aunque tiene fallos, como todos.
Nunca he estado enamorada de él, ni si quiera le he querido como a cualquiera de mis novios, ya que él no ha sido uno de ellos. Pero le tenía un cariño especial. 
Como él a mi, supongo. 
Eso era lo que me decía: "tú me das tranquilidad, confianza... eres especial. Y no tengo reparos en decir lo mucho que te quiero". 

¡Qué bonitas palabras!

  Qué bonito es que te digan 'te quiero' cuando estás haciendo el amor.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Soy feliz por ser yo misma, y eso me gusta.

  Llega un día en el que una se pone a pensar y decide valorar todos y cada uno de los aspectos que residen en su vida. Analizar a   todas y cada una de las personas que por cualquier motivo están dentro de ella para bien o para mal.

Tras este análisis general, piensa para sí misma si ella está haciendo las cosas bien, si realmente ella no es la rara en este adorable mundo de locos.


El siguiente paso es acordarse de los buenos y malos momentos que le vienen a la mente de repente. Sin saber por qué, sin una explicación.

No le importa que la gente la critique. Ella sabe bien cómo es y de los que la critican piensa que realmente no la conocen. Piensa que no es de buenas personas criticar a otros cuando incluso tú mismo tienes o ejercitas esos defectos a diario.

Y es tan sólo un ejemplo.

Cuando tiene las cosas claras, digamos, le da por preguntarse qué está haciendo, por qué se preocupa tanto por la repercusión en ella misma de todo lo que piensa y hace. 
Quiere explicaciones y soluciones, pero sólo para ella. El resto, que lo entiendan o no, le da igual.
Quiere sentirse a gusto con ella misma por cómo es y por cómo actúa en cualquier aspecto que le toque.

Y realmente, está a gusto con ella misma.
En el fondo es feliz.

   Es feliz sin un novio que le diga que la quiere todos los días. Es feliz sin ir de compras cada fin de semana para estrenar un vestido nuevo.
Sin enloquecerse de alcohol hasta reventar.

Es feliz por ser ella misma.
Y eso le gusta.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Hay días en los que deberíamos pararnos a pensar.

   Hay días en que te pones a pensar cómo son las cosas. Las cosas en general. Y piensas. Te da por pensar que tú mismo eres algo diminuto en este mundo tan enorme, tan gigante. Pero que en el fondo eres muy grande.
 Te lo decían hace tiempo, ya no tanto. Y dudas. Dudas si has cambiado tú o han cambiado los demás. Y sigues pensando. Sigues pensando y te da por llegar a la conclusión, o a la idea, de que a lo mejor para alguien quizás seas más grande. Incluso más que para ti misma. Más grande que el resto de personas que le rodean. Y que a lo mejor, también, no seas ya tan diminuta.
 Pero hay que pensar. Para darse cuenta de las cosas hay que pensar. Mucho.

miércoles, 25 de enero de 2012

Que a lo mejor, los celos, no son del todo malos.

  Cuando uno se compromete a tener una relación de pareja, ha de tener en cuenta que no todo va a ser perfecto y que al igual que una  gran cantidad de momentos buenos y bonitos, agradables e inolvidables, también habrá otros no tan buenos e incluso desagradables. 
 Quien diga que una relación sin discusiones, es amor verdadero, miente. Quien diga que tener celos es cuestión de adueñarse de su pareja, miente. 
  Si tenemos celos, es porque queremos a la otra persona, porque estamos enamorados, porque no soportaríamos que con quien tengamos una relación, se vaya con otro. 
   Y sí, como todo en esta vida, celarse también tiene sus consecuencias. Pero pienso que los celos son relativos; no son siempre iguales y no se sienten siempre de igual manera. 
De todos modos, no elegimos tener miedos ni inseguridades – que así pueden denominarse los celos -. 
Simplemente ocurren, se accionan.

jueves, 5 de enero de 2012

Hay que darse cuenta pronto de que la vida tarda mucho, y a la vez no tarda nada.

  Lamentablemente poco a poco se va haciendo tarde. 
 Quizás los amores juveniles, los madrugones mañaneros para ir a la escuela o al trabajo, los enfados y discusiones con amigos, sean "lo peor que me ha podido pasar en la vida".
 Y es que ni siquiera nos damos cuenta, cuando pronunciamos - o mejor dicho, cuando pronunciáis - estas palabras, de que ahí fuera, en otros lugares del mundo, en otros países, hay gente que está luchando por sobrevivir contra una batalla - ya sea una enfermedad genérica o una guerra en su país -. 
 Y no nos damos cuenta de que algunas mínimas situaciones que van aconteciéndose a lo largo de nuestras pequeñas y a la vez extensas vidas, son de las mejores cosas que nos van a ir pasando en ésta. 
 Porque es difícil, ya lo sé. Pero nadie dijo que vivir - o sobrevivir - fuera fácil. Simplemente llevadero.