Llega un día en el que una se pone a pensar y decide valorar todos y
cada uno de los aspectos que residen en su vida. Analizar a todas y cada una de
las personas que por cualquier motivo están dentro de ella para bien o para
mal.
Tras este análisis general, piensa para sí misma si ella está haciendo
las cosas bien, si realmente ella no es la rara en este adorable mundo de
locos.
El siguiente paso es acordarse de los buenos y malos momentos que le
vienen a la mente de repente. Sin saber por qué, sin una explicación.
No le importa que la gente la critique. Ella sabe bien cómo es y de
los que la critican piensa que realmente no la conocen. Piensa que no es de
buenas personas criticar a otros cuando incluso tú mismo tienes o ejercitas
esos defectos a diario.
Y es tan sólo un ejemplo.
Cuando tiene las cosas claras, digamos, le da por preguntarse qué está
haciendo, por qué se preocupa tanto por la repercusión en ella misma de todo lo
que piensa y hace.
Quiere explicaciones y soluciones, pero sólo para ella. El
resto, que lo entiendan o no, le da igual.
Quiere sentirse a gusto con ella misma por cómo es y por cómo actúa en
cualquier aspecto que le toque.
Y realmente, está a gusto con ella misma.
En el fondo es feliz.
Es feliz sin un novio que le
diga que la quiere todos los días. Es feliz sin ir de compras cada fin de
semana para estrenar un vestido nuevo.
Sin enloquecerse de alcohol hasta reventar.
Es feliz por ser ella misma.
Y eso le gusta.